la vida es gris
Levántese abuelita que tenemos que hacer el trámite tempranito, o si no llego tarde a mi trabajo -Hoy hace frío, y parece que va a llover así que abríguese-. A los 15 minutos la vieja estaba levantada. No le costó mucho, se puso dos faldas bien gruesas abajo y por la parte de arriba un chal antiguo como ella, de lanas grises por sobre la misma ropa que tenia acostada.
Dos mujeres, una joven apurada y una vieja lenta. Son las 8:30 de la mañana y todo es gris. Nubes, calles, chal con abuelita. Al llegar al registro civil subieron la escalera que parecía ascender al cielo. A un cielo de viejos. Tres filas para hacer trámites. La más larga era para sacar carné de identidad, cosa que no hizo mucha gracia a la nieta y pareció entristecer a la viejuja, -Vas a llegar atrasada por mi culpa- escupió. En ese momento, una funcionaria vestida de falda y chaqueta gris se les acercó y haciendo ademanes de falsa gracia, les indica que son preferenciales, - Adultos mayores por aquí señora- ¡Qué alegría! Nadie sería reprendido por llegar tarde y los huesos antiguos serían puestos al descanso, muy pronto de nuevo en una cama caliente. Tome asiento, le vamos a sacar una foto. Levante el mentón un poco…un poco más. Échese un poquito para atrás, más atrás por favor. La nieta tomó todo el bulto y movió la silla, alejando la cara arrugada de la flamante cámara olympus gris de última generación. 1, 2 y…3. Vamos a tomar otra porque salió muy ploma, 1, 2…y… 3. Por ahí si…si, así está mejor. Mírese, le gusta. Desviando la cara del TV público que a esa hora exhibe su mugre de matinal, la cabeza con gorro, con toda su grisácea masa asintió: Si, soy yo. Al instante y luego de registrar un pulgar gastado y hacer una firma tiritona, el negocio estaba hecho. Son 3.300 pesos, venga a buscar su cédula de identidad en 15 días. En esos minutos la abuela ya estaba rodeada de más gente. Una funcionaria, que debe haber visto en ella a algún pariente muerto, se acercó y le limpió el pulgar entintado con un trozo de papel absorbente, mientras otra mujer de lentes y atuendo gris miraba la pantalla del computador con una sonrisa que decía “Qué viejita más linda”. Las filas estaban más largas que antes y cada persona de pie parecía un año tras otro. Tiempo pasado, presente sin futuro. La abuela les sonrió a todos y en cada ojo gris había una disculpa a cualquier cosa. –Ve que salimos ligerito, ahora va a poder hacer todos sus trámites para la sucesión- dijo la nieta. Muchas gracias hijita, contestó la vieja ¿ Me compras una bolsita de maní?
Levántese abuelita que tenemos que hacer el trámite tempranito, o si no llego tarde a mi trabajo -Hoy hace frío, y parece que va a llover así que abríguese-. A los 15 minutos la vieja estaba levantada. No le costó mucho, se puso dos faldas bien gruesas abajo y por la parte de arriba un chal antiguo como ella, de lanas grises por sobre la misma ropa que tenia acostada.
Dos mujeres, una joven apurada y una vieja lenta. Son las 8:30 de la mañana y todo es gris. Nubes, calles, chal con abuelita. Al llegar al registro civil subieron la escalera que parecía ascender al cielo. A un cielo de viejos. Tres filas para hacer trámites. La más larga era para sacar carné de identidad, cosa que no hizo mucha gracia a la nieta y pareció entristecer a la viejuja, -Vas a llegar atrasada por mi culpa- escupió. En ese momento, una funcionaria vestida de falda y chaqueta gris se les acercó y haciendo ademanes de falsa gracia, les indica que son preferenciales, - Adultos mayores por aquí señora- ¡Qué alegría! Nadie sería reprendido por llegar tarde y los huesos antiguos serían puestos al descanso, muy pronto de nuevo en una cama caliente. Tome asiento, le vamos a sacar una foto. Levante el mentón un poco…un poco más. Échese un poquito para atrás, más atrás por favor. La nieta tomó todo el bulto y movió la silla, alejando la cara arrugada de la flamante cámara olympus gris de última generación. 1, 2 y…3. Vamos a tomar otra porque salió muy ploma, 1, 2…y… 3. Por ahí si…si, así está mejor. Mírese, le gusta. Desviando la cara del TV público que a esa hora exhibe su mugre de matinal, la cabeza con gorro, con toda su grisácea masa asintió: Si, soy yo. Al instante y luego de registrar un pulgar gastado y hacer una firma tiritona, el negocio estaba hecho. Son 3.300 pesos, venga a buscar su cédula de identidad en 15 días. En esos minutos la abuela ya estaba rodeada de más gente. Una funcionaria, que debe haber visto en ella a algún pariente muerto, se acercó y le limpió el pulgar entintado con un trozo de papel absorbente, mientras otra mujer de lentes y atuendo gris miraba la pantalla del computador con una sonrisa que decía “Qué viejita más linda”. Las filas estaban más largas que antes y cada persona de pie parecía un año tras otro. Tiempo pasado, presente sin futuro. La abuela les sonrió a todos y en cada ojo gris había una disculpa a cualquier cosa. –Ve que salimos ligerito, ahora va a poder hacer todos sus trámites para la sucesión- dijo la nieta. Muchas gracias hijita, contestó la vieja ¿ Me compras una bolsita de maní?
2 comentarios:
hola fuica me suenas desde que estoi en colegio
se que eres un gran artista angelino
siempre quise hacer cosas en esta ciudad pero las puertas nunca estuvieron abiertas.. bueno y por muchas cosas más..
la verdad es que me gustaría que me respondas y me cuentes si está ciudad ha evolucionado en su cultura, he conocido harta en mis cortos viajes y en stgo y me encantaría de que la gente salíera de este circulo vicioso que se da raramente en está ciudad, veo que uds aun siguen siendo elitistas en su lindo arte.
o es que se resignaron ya a está ciudad facha??'
respondeme
a zaidamontero@gmail.com
me encantaría saber tu opinión.
ups!! qué fuerte y cierto lo que dice ella. Se percibe cuando no se es de Los Angeles. Pero, bueno, cada quien con lo suyo, si no te gusta...sigamos a Los Prisioneros!!
Oye Fuica: ese cuentocorto de la abuela...muy bueno!! jeje. Y cruel. Esa fila que es como cada año que pasa, o algo así...qué abulia!!
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